viernes, 30 de enero de 2009
Luego de mi viaje por un país del este he vuelto reconfortado.
Mi estadía junto con los Ambigulús (una tribu verdaderamente fascinante) hizo que me cayera en la cuenta de la importancia de la tienda.
Pasamos horas balbuceando complejas construcciones ambiguas, casi indescifrables, hasta que la boca se secaba y debíamos tomar agua.
Eso es lo que me encantaría contarles, pero realmente no es cierto.
De todas formas este tendero vuelve con las más ambiguas ganas de escuchar y vender toda clase de imperfecciones del lenguaje.
Que así sea.
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